domingo, 10 de octubre de 2010

Remando Solo

Ya no te siento. Ya no recuerdo tus besos ni tus abrazos. Ya no me lastimás, deje de pensar en vos. Deje de contar los minutos para verte, deje de entregarte amor y me dejaste de entregar pasión. Deje de ver tus ojos, de sentir tu aliento, de contar cuentos de príncipes azules.

Te olvidé. Te dejé en el banco de suplentes, no te pongo más la camiseta titular, te guarde en esa caja olvidada a donde pongo todas las cosas que prefiero no encontrar.

Apago la luz. La apago para no ver la realidad por completo, no me gusta ver todo. A veces me gusta estar solo y a oscuras, a veces me gusta rodearme de paz y soledad, sacarme de encima toda esta tecnología.

Cada noche de primavera, como la de hoy, siento al viento soplar cálidamente sobre mi cuerpo. Siento que la luna ilumina solo para mi, que las estrellas tratan de guiarme.

A veces me cuesta reconocer que soy débil, que no puedo con todo, que necesito a alguien que me ayude a remar mi bote. Mi embarcación tiene dos remos, no puedo seguir dando vueltas en círculos, no me sirve, no avanzo. Necesito que alguien tome con sus manos el otro remo, el izquierdo, vaya paradoja, justo el del mismo lado donde se encuentra mi corazón.

Estoy cansado. Estoy agotado del sexo sin amor, del control remoto que nunca tiene pilas y de los finales de novelas televisivas evidentes.

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